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- El cierzo arrastrará la ciudad río abajo hacia el mar - dijo el poeta callejero en el televisor.
Javier subió el volumen para no oír la discusión de sus padres en la cocina; aún así, pudo escuchar el violento portazo que dio el hombre al salir.
- Hoy soplará muy fuerte el viento en Zaragoza - concluyó la periodista; detrás de ella, la fuerza del aire agitaba los árboles.
- Baja el volumen hijo, que parece que estuviéramos todos sordos – le regañó su madre.
El niño apagó el televisor antes de que ella pudiera enterarse de lo mal que pintaba el tiempo y no lo dejase salir a la calle.
- Mami, ¿Papá volverá?
- Si encuentra el camino de vuelta, sí.
Javier adivinó que su madre intentaba contener el llanto. Salió a encontrar a su amigo el duende en el lugar de siempre, en la plaza frente a su casa.
Los chuchos atados al carrito del supermercado, festejaron perrunamente su llegada y la comida que les llevaba como cada día.
Llorando, contó todo y explicó su temor: si el viento se llevaba calles y casas, su padre no podría volver.
– No temas Javi, mis perros son tus amigos y tienen poderes mágicos. Esta noche debajo del puente, tirarán con sus cuerdas de los pilares y la ciudad no se moverá – dijo el duende.
Esa noche Javier no se durmió hasta oír las llaves de su padre en la puerta de entrada, cuando el murmullo de besos y disculpas, acalló a un cierzo vencido por la magia.

R.L. Julio/2009

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